Ya es una realidad que cada vez más personas alcanzan edades muy avanzadas. Esto tiene como contrapartida que cada vez son más los que pasan los últimos años de su vida en situación de dependencia, aquejados de varias enfermedades crónicas para las que sólo existen cuidados de tipo paliativo y no de tipo curativo. Según la enfermedad avanza y alcanza su fase final, las expectativas de una curación desaparecen y es el cuidado la única alternativa que queda . Sin embargo, el control de los síntomas es complejo y requiere una especial cualificación.
Los cuidados paliativos nacen para cubrir esta necesidad y han adquirido gran auge y desarrollo en los últimos años en nuestro país. Se han creado unidades hospitalarias de cuidados paliativos, se ha aumentado la atención en domicilio desde atención primaria y se han constituido unidades específicas de cuidados paliativos a domicilio, potenciando cada vez más la atención domiciliaria. En esta estructura se debería poder encajar a las Residencias para Personas Mayores Dependientes.
Transformar el actual modelo de competencias fragmentadas en competencias compartidas que se centren en las necesidades de las personas debe convertirse en el objetivo a perseguir. Ambos sistemas, el social y el sanitario, confluyen en un mismo punto. Las Residencias para Personas Mayores Dependientes, donde se proporcionan cuidados integrales de larga duración para que las personas mayores puedan seguir teniendo el mayor nivel de autonomía y la mayor calidad de vida posible. Se deben, pues, intentar coordinar ambos recursos para conseguir una mayor y más eficaz atención, así como garantizar la continuidad en el cuidado que proporcionamos tanto desde el ámbito social como en el sanitario. Establecer acuerdos sobre los sistemas de información, valoración integral de casos, criterios de derivación y evaluación (establecimiento de Indicadores de Calidad Asistencial), también, acuerdos sobre formación continuada de los profesionales sanitarios del medio social.
Las residencias, lugar de domicilio de los usuarios, con personal sanitario durante las 24 horas, han visto en la última década, como han disminuido los pacientes validos que optan por institucionalizarse, toda vez que los equipos de atención a domicilio cubren sus expectativas de cuidado con un adecuado apoyo familiar y ,en aplicación de la Ley de Dependencia, han aumentado hasta ser mayoría absoluta, los residentes dependientes con enfermedades crónicas avanzadas y en fase final o terminal que son los que ocupan nuestras camas.
La consecuencia ha sido que los cuidados paliativos ya no nos son extraños y se han impuesto en nuestro trabajo diario, ya que en la mayoría de las ocasiones se atiende al paciente hasta que muere, en la residencia, muchas veces en colaboración con las UHD de los Hospitales de referencia.
La disponibilidad en los Centros Residenciales de historia clínica y de poder realizar en todo momento una valoración geriátrica integral, la sencilla tecnología habitualmente empleada en cuidados paliativos para la resolución de los problemas más comunes al alcance de los centros, el estrecho contacto con el paciente, la disponibilidad de un equipo multidisciplinar, junto a una actitud positiva frente a la atención de este tipo de enfermos y siempre que la formación del personan sea adecuada, convierten a las residencias en un recurso sociosanitario adecuado para desarrollar programas de cuidados paliativos y atender con suficiente calidad a los ancianos enfermos subsidiarios de ellos a pesar de las dificultades ya conocidas a la hora de establecer cuidados paliativos en la población geriátrica.
La valoración geriátrica integral es la herramienta idónea para la adecuada toma de decisiones con valor pronóstico y de planificación de atención y seguimiento.
Entre las principales barreras que podemos identificar, se encuentran la falta de modelo predictivo para determinar un pronóstico de vida limitado, la edad avanzada que presentan muchos de los pacientes con insuficiencias de órgano y su especial complejidad (comorbilidad, polifarmacia, presencia de síndromes geriátricos incapacitantes, problemática psicosocial acompañante, atipicidad de síntomas, falta de existencia de factores pronósticos específicos, fácil confusión de situaciones de alta dependencia con terminalidad, etc. Por ello, resulta muy difícil establecer el momento de inicio de la atención paliativa. Hablamos de patologías que cursan con numerosas crisis que se superan para volver a una situación basal soportable tanto por las personas enfermas, como por sus familiares y profesionales. Esta evolución hace más compleja la comunicación e información sobre el final de la vida.